junio 26, 2003
I. Instrucci�n inifalible para mover la ceja de una Reina.
Se requiere un hotel (m�nimo 4 estrellas) ubicado a no m�s de 1 kil�metro del aeropuerto, tres monedas de 10 pesos y la visita pr�xima del Papa.
Los elementos arriba descritos son irreplazables, pero no bastan. Para alzar, as� sean cuatro mil�metros, la deslumbrante ceja de la Reina, pedimos a Ud. su valiosa cooperaci�n. Lo �nico que debe hacer para que ruede esta infalible m�quina, es reunir a dos de sus m�s allegados amigos en el desayunador del hotel, para conversar despu�s de todos estos a�os. El ejercicio se ha probado en una cantina, en una barra, en un interrogatorio clandestino, en un club h�pico, pero nada supera al desayunador de hotel cercano al aeropuerto.
Se ver�n desconcertados por el punto higi�nico y, digamos, femenino, donde los ha sitado. Esto ayuda bastante. El hecho de que ser tres los reunidos pesa m�s de lo que Ud. se imagina. Es el equilibrio justo entre intimidad y complicidad, seg�n lo afirman reconocidos terapeutas. Se ha comprobado que una reuni�n de dos termina mucho antes de lo esperado y en ella se comparte muy poco. Una pl�tica entre dos �le llaman pareja espor�dica� limita al interlocutor y lo expone a un ping-pong idiom�tico que sobrelleva echando mano de la improvisaci�n, la astucia y el exhibicionismo. Esto sin menoscabo de las teor�as de la convivencia en pareja del Dr Lucifer Gorganzola (Cfr. su obra El carrusel del Yo) y su tesis de la integraci�n mim�tica.
Entonces, reunirse tres. Cuando se hayan retirado los platos sucios y tenga cada uno su taza de caf� (v�lido tambi�n: t� y cerveza), solicite al mesero una vajilla de porcelana, f�cil de obtener en cualquier hotel que se precie, a�adiendo un halago que puede ser:
�Hombre, tener a ustedes aqu�, no es para menos.
Deje que los meseros remodelen su entorno. Enc�rgese Ud. de transportar a sus amigos al pasado com�n, mueva los filamentos de la ausencia y de la nostalgia, nada del otro mundo. S�lo hay que hablar un poco de Manuela, la chaparrita de cabello suelto que esgrim�a una sonrisa que tapizaba de diamantes el patio de la escuela y pod�a verse resplandecer desde cualquier mesabanco del sal�n. O ennoblecer al fallecido Vicente, que emigr� a Texas en los a�os ochenta y muri� en un accidente automovil�stico por imprudencia de un chofer de la U-Haul, cuando, al final de una ruda temporada de fracturas y lodazales, recibi� el enorme trofeo de campeones que ahora, en sus memorias, se prolonga tres dorados pisos m�s y parece m�s alto y m�s dorado.
Es cosa de minutos. Uno de sus amigos renegar� del presente.
��sos eran equipos. No como los de hoy.
Introduzca el reto. Ud. les apuesta que con los a�os han perdido esp�ritu, que no los cree capaces de mantener la palabra y el honor como lo hac�an entonces, cuando eran j�venes y se daban juramentos como compa�eros de guerra. Ellos lo niegan, tal vez se encabronan. Les dice que trae en el bolsillo (casualmente) tres monedas de 10 pesos, al tiempo que las arroja sobre la mesa y permite que hagan su esc�ndalo en la vajilla y la cristaler�a. El mesero acudir� enseguida para calmar la turba y se encargar� de limpiar cada una de las monedas con un trapo h�medo, dej�ndolas relucientes, cosa m�s �til para el ejercicio.
Por una chispa neuronal que no debe cuestionar �si quiere saberlo: proviene de nuestra memoria ancestral de los primeros fundidores de hierro, en las cuevas de Etiop�a� el efecto sonoro de las rodajas de metal sobre la porcelana recorrer� los vasos capilares de la corteza cerebral de sus amigos, tomando a contraflujo la sangre que ven�a en picada para auxiliar al est�mago en sus labores, provocando en el �nimo de sus amigos la m�xima determinaci�n. Est�n listos para cualquier cosa.
��Lo dudas, pendejo, lo dudas!
Introduzca el reto: cumplir un juramento y ser honestos. Tomar�n su moneda, subir�n a la azotea del hotel y se colocar� cada uno en una esquina, donde no puedan verse. All�, ante el escrutinio de s� mismos, lanzar�n volados. Quien obtenga tres �guilas consecutivas ser� el ganador. Por ello deben jurarse m�xima lealtad pues ninguno ver� el volado de sus compa�eros.
Aceptan. Vuelan sus monedas. Por reglas del azar, se calcula que cada quien tirar� no menos de 194 monedas al aire. Su contorno dorado har� fluir jugos de valent�a sobre la ciudad y reflejar� chiripazos de luz... Justo cuando prepara su aterrizaje el avi�n de la Reina, quien inclinar� su coronada cabeza a una de las ventanillas y supondr� que la plebe muestra su alegr�a con el rito de espejuelos reservado para el Papa, que llega hoy. Y alzar� una ceja.
II. Otras m�quinas infalibles.
. . . . . . . . . . .
Comentarios a:
mr_phuy@mail.com
Se requiere un hotel (m�nimo 4 estrellas) ubicado a no m�s de 1 kil�metro del aeropuerto, tres monedas de 10 pesos y la visita pr�xima del Papa.
Los elementos arriba descritos son irreplazables, pero no bastan. Para alzar, as� sean cuatro mil�metros, la deslumbrante ceja de la Reina, pedimos a Ud. su valiosa cooperaci�n. Lo �nico que debe hacer para que ruede esta infalible m�quina, es reunir a dos de sus m�s allegados amigos en el desayunador del hotel, para conversar despu�s de todos estos a�os. El ejercicio se ha probado en una cantina, en una barra, en un interrogatorio clandestino, en un club h�pico, pero nada supera al desayunador de hotel cercano al aeropuerto.
Se ver�n desconcertados por el punto higi�nico y, digamos, femenino, donde los ha sitado. Esto ayuda bastante. El hecho de que ser tres los reunidos pesa m�s de lo que Ud. se imagina. Es el equilibrio justo entre intimidad y complicidad, seg�n lo afirman reconocidos terapeutas. Se ha comprobado que una reuni�n de dos termina mucho antes de lo esperado y en ella se comparte muy poco. Una pl�tica entre dos �le llaman pareja espor�dica� limita al interlocutor y lo expone a un ping-pong idiom�tico que sobrelleva echando mano de la improvisaci�n, la astucia y el exhibicionismo. Esto sin menoscabo de las teor�as de la convivencia en pareja del Dr Lucifer Gorganzola (Cfr. su obra El carrusel del Yo) y su tesis de la integraci�n mim�tica.
Entonces, reunirse tres. Cuando se hayan retirado los platos sucios y tenga cada uno su taza de caf� (v�lido tambi�n: t� y cerveza), solicite al mesero una vajilla de porcelana, f�cil de obtener en cualquier hotel que se precie, a�adiendo un halago que puede ser:
�Hombre, tener a ustedes aqu�, no es para menos.
Deje que los meseros remodelen su entorno. Enc�rgese Ud. de transportar a sus amigos al pasado com�n, mueva los filamentos de la ausencia y de la nostalgia, nada del otro mundo. S�lo hay que hablar un poco de Manuela, la chaparrita de cabello suelto que esgrim�a una sonrisa que tapizaba de diamantes el patio de la escuela y pod�a verse resplandecer desde cualquier mesabanco del sal�n. O ennoblecer al fallecido Vicente, que emigr� a Texas en los a�os ochenta y muri� en un accidente automovil�stico por imprudencia de un chofer de la U-Haul, cuando, al final de una ruda temporada de fracturas y lodazales, recibi� el enorme trofeo de campeones que ahora, en sus memorias, se prolonga tres dorados pisos m�s y parece m�s alto y m�s dorado.
Es cosa de minutos. Uno de sus amigos renegar� del presente.
��sos eran equipos. No como los de hoy.
Introduzca el reto. Ud. les apuesta que con los a�os han perdido esp�ritu, que no los cree capaces de mantener la palabra y el honor como lo hac�an entonces, cuando eran j�venes y se daban juramentos como compa�eros de guerra. Ellos lo niegan, tal vez se encabronan. Les dice que trae en el bolsillo (casualmente) tres monedas de 10 pesos, al tiempo que las arroja sobre la mesa y permite que hagan su esc�ndalo en la vajilla y la cristaler�a. El mesero acudir� enseguida para calmar la turba y se encargar� de limpiar cada una de las monedas con un trapo h�medo, dej�ndolas relucientes, cosa m�s �til para el ejercicio.
Por una chispa neuronal que no debe cuestionar �si quiere saberlo: proviene de nuestra memoria ancestral de los primeros fundidores de hierro, en las cuevas de Etiop�a� el efecto sonoro de las rodajas de metal sobre la porcelana recorrer� los vasos capilares de la corteza cerebral de sus amigos, tomando a contraflujo la sangre que ven�a en picada para auxiliar al est�mago en sus labores, provocando en el �nimo de sus amigos la m�xima determinaci�n. Est�n listos para cualquier cosa.
��Lo dudas, pendejo, lo dudas!
Introduzca el reto: cumplir un juramento y ser honestos. Tomar�n su moneda, subir�n a la azotea del hotel y se colocar� cada uno en una esquina, donde no puedan verse. All�, ante el escrutinio de s� mismos, lanzar�n volados. Quien obtenga tres �guilas consecutivas ser� el ganador. Por ello deben jurarse m�xima lealtad pues ninguno ver� el volado de sus compa�eros.
Aceptan. Vuelan sus monedas. Por reglas del azar, se calcula que cada quien tirar� no menos de 194 monedas al aire. Su contorno dorado har� fluir jugos de valent�a sobre la ciudad y reflejar� chiripazos de luz... Justo cuando prepara su aterrizaje el avi�n de la Reina, quien inclinar� su coronada cabeza a una de las ventanillas y supondr� que la plebe muestra su alegr�a con el rito de espejuelos reservado para el Papa, que llega hoy. Y alzar� una ceja.
II. Otras m�quinas infalibles.
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junio 19, 2003
I Hazme olvidar el nombre.
Ayer conoc� de primera mano a Eve, la primer hom�nida jam�s existente, madre de orden superior para todos nosotros, la portadora de la secuencia DNA que sirvi� de patron para el resto de seres humanos �no s�lo los diecinueve mil millones que hoy pueblan la Tierra, sino los habidos y por haber hace 200,000 a�os�. La conozco por uno de sus dientes, que tengo en mi poder.
Lo encontr� por casualidad. No digo donde. Y es m�o. Lo llevo en la guantera del Nissan entre resortes que encierran inc�gnitas del universo, Chiclets Adams siempre mentolados y una rondana que debo colocar sepa dios en qu� pliegue del motor, a falta de la cual se origina un molesto susurro met�lico desde 1999. En la esquina m�s congestionada de la ciudad, abro la guantera �en la que nunca hubo guantes� para esculcar y hallar el diente puntiagudo de Eve. Se ven tan sano. No termino de admirarlo.
No pienso donar el hallazgo a ninguna puta asociaci�n, colegio o insitututo norteamericano de paleontolog�a, ingenier�a gen�tica, prosodia u ortograf�a. Digo ortograf�a porque el diente que hall� es un canino, el que utilizamos en esas mordiditas de reflexi�n al dudar si poner S o Z en tropez�n, suela y ramalazo.
No s� si est� completo. Mas bien parece un fragmento. Lo digo en base al �nico canino que habia visto anteriormente, el de Horacio Santill�n, que brinco fuera de su boca por un zurriagazo del pu�o izquierdo de Omar Urias Rams�s, quien ven�a m�s desarrollado que el resto en Quinto de Primaria y cuya zurda era cosa del demonio, siempre dispuesta a reventar maxilares y desforrar spirols.
El diente vol� en nauseabundo espect�culo, cayendo a centimetros de m�, trazando una aureola de todopoderoso en Omar Urias Rams�s, a quien mando un afectuoso saludo y deseo se encuentre bien, lo m�s lejos posible. El huesito debi� medir tres cent�metros. Luego supimos por el Profesor Bustos que se trataba justamente de un canino, que todos llevamos puesto un par y que el ni�o Horacio iba a extra�ar el suyo, sobre todo en los desayunos. El de Eve, con la misma apariencia de monolito, mide casi el doble.
II Chica drag�n. Te cre�as importante.
Me parece tonto que los paleont�logos bauticen Eve a la primer hembra de nuestra especie. Ha costado 150 a�os que la sociedad asuma, mal que bien, el origen devenido del hombre a ra�z de un chimpance indisciplinado que se entretuvo sumando y restando los pl�tanos del racimo en lugar de comerlos y arrojar la c�scara. Ahora que estamos de acuerdo, estos cient�ficos revitalizan el debate religioso, lo que hace pensar en el modo de sus escuelas particulares y siembra de nostalgia sus ensayos de divulgaci�n (uno reciente, de media densidad, es �The recent African genesis of humans� publicado en agosto en Scientific American por Rebecca L Cann y Allan C Wilson).
Ahora que lo pienso, el canino de Eve y el de cualquier mam�fero no deja de ser un trozo. Odiar�a que hallaran un trozo de m�. M�s a�n dentro de 200,000 a�os por un grupo de investigadores que ir�n a entretenerse meses en armar el puzzle de mi cuerpo, untando pegamentos est�riles a un ritmo est�pido.
Porque no tengo mejores ideas, me dispongo a grabar en el hueso de Eve la letra de la canci�n mas irritante posible, con un ruidoso vibrador punta de acero que pertenec�a a mi abuelo, con el que aprendimos a personalizar sus escopetas. Estoy entre la apertura del �lbum Pre-Millenium Tension de Tricky y �Marmalade� de The Geraldine Fibbers. Pero �Marmalade� no irrita, es una lindura, ora que lo pienso.
As� que, como nebulosa hija de Heidegger �el tipo que logr� tal fidelidad en su estilista que lo hac�a cruzar mensualmente el Sahara, s�lo para afeitarlo�, se interpuso aquello de los tejados color bermell�n de Amanda Miguel en �Castillo�, lujoso pop g�tico. Me dispuse a grabar la canci�n entera, con letra diminuta. Tom� una lupa. Me recargu� en el caballete del abuelo, que huele inconfundiblemente a an�s (col�cate an�s una semana en las axilas).
Entonces pude verlo tal cual era y lo que descubr� me destroz�. Apenas la punta de acero toc� el antiqu�simo diente de Eve, �ste revent� en ciento quince birutas de hueso que tuve que enumerar, encapsular en bolsitas de Ziplock y enviar con una disculpa y un breve recuento de lo sucedido al Instituto Valenciano de Antropolog�a, que devolvi� su agradecimiento con una biograf�a ilustrada del monje Gregorio M�ndel, uno de los homin�dos m�s brillantes de la historia, tan familiar de la changa Eve como t� y como yo.
. . . . . . . . . .
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Ayer conoc� de primera mano a Eve, la primer hom�nida jam�s existente, madre de orden superior para todos nosotros, la portadora de la secuencia DNA que sirvi� de patron para el resto de seres humanos �no s�lo los diecinueve mil millones que hoy pueblan la Tierra, sino los habidos y por haber hace 200,000 a�os�. La conozco por uno de sus dientes, que tengo en mi poder.
Lo encontr� por casualidad. No digo donde. Y es m�o. Lo llevo en la guantera del Nissan entre resortes que encierran inc�gnitas del universo, Chiclets Adams siempre mentolados y una rondana que debo colocar sepa dios en qu� pliegue del motor, a falta de la cual se origina un molesto susurro met�lico desde 1999. En la esquina m�s congestionada de la ciudad, abro la guantera �en la que nunca hubo guantes� para esculcar y hallar el diente puntiagudo de Eve. Se ven tan sano. No termino de admirarlo.
No pienso donar el hallazgo a ninguna puta asociaci�n, colegio o insitututo norteamericano de paleontolog�a, ingenier�a gen�tica, prosodia u ortograf�a. Digo ortograf�a porque el diente que hall� es un canino, el que utilizamos en esas mordiditas de reflexi�n al dudar si poner S o Z en tropez�n, suela y ramalazo.
No s� si est� completo. Mas bien parece un fragmento. Lo digo en base al �nico canino que habia visto anteriormente, el de Horacio Santill�n, que brinco fuera de su boca por un zurriagazo del pu�o izquierdo de Omar Urias Rams�s, quien ven�a m�s desarrollado que el resto en Quinto de Primaria y cuya zurda era cosa del demonio, siempre dispuesta a reventar maxilares y desforrar spirols.
El diente vol� en nauseabundo espect�culo, cayendo a centimetros de m�, trazando una aureola de todopoderoso en Omar Urias Rams�s, a quien mando un afectuoso saludo y deseo se encuentre bien, lo m�s lejos posible. El huesito debi� medir tres cent�metros. Luego supimos por el Profesor Bustos que se trataba justamente de un canino, que todos llevamos puesto un par y que el ni�o Horacio iba a extra�ar el suyo, sobre todo en los desayunos. El de Eve, con la misma apariencia de monolito, mide casi el doble.
II Chica drag�n. Te cre�as importante.
Me parece tonto que los paleont�logos bauticen Eve a la primer hembra de nuestra especie. Ha costado 150 a�os que la sociedad asuma, mal que bien, el origen devenido del hombre a ra�z de un chimpance indisciplinado que se entretuvo sumando y restando los pl�tanos del racimo en lugar de comerlos y arrojar la c�scara. Ahora que estamos de acuerdo, estos cient�ficos revitalizan el debate religioso, lo que hace pensar en el modo de sus escuelas particulares y siembra de nostalgia sus ensayos de divulgaci�n (uno reciente, de media densidad, es �The recent African genesis of humans� publicado en agosto en Scientific American por Rebecca L Cann y Allan C Wilson).
Ahora que lo pienso, el canino de Eve y el de cualquier mam�fero no deja de ser un trozo. Odiar�a que hallaran un trozo de m�. M�s a�n dentro de 200,000 a�os por un grupo de investigadores que ir�n a entretenerse meses en armar el puzzle de mi cuerpo, untando pegamentos est�riles a un ritmo est�pido.
Porque no tengo mejores ideas, me dispongo a grabar en el hueso de Eve la letra de la canci�n mas irritante posible, con un ruidoso vibrador punta de acero que pertenec�a a mi abuelo, con el que aprendimos a personalizar sus escopetas. Estoy entre la apertura del �lbum Pre-Millenium Tension de Tricky y �Marmalade� de The Geraldine Fibbers. Pero �Marmalade� no irrita, es una lindura, ora que lo pienso.
As� que, como nebulosa hija de Heidegger �el tipo que logr� tal fidelidad en su estilista que lo hac�a cruzar mensualmente el Sahara, s�lo para afeitarlo�, se interpuso aquello de los tejados color bermell�n de Amanda Miguel en �Castillo�, lujoso pop g�tico. Me dispuse a grabar la canci�n entera, con letra diminuta. Tom� una lupa. Me recargu� en el caballete del abuelo, que huele inconfundiblemente a an�s (col�cate an�s una semana en las axilas).
Entonces pude verlo tal cual era y lo que descubr� me destroz�. Apenas la punta de acero toc� el antiqu�simo diente de Eve, �ste revent� en ciento quince birutas de hueso que tuve que enumerar, encapsular en bolsitas de Ziplock y enviar con una disculpa y un breve recuento de lo sucedido al Instituto Valenciano de Antropolog�a, que devolvi� su agradecimiento con una biograf�a ilustrada del monje Gregorio M�ndel, uno de los homin�dos m�s brillantes de la historia, tan familiar de la changa Eve como t� y como yo.
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junio 13, 2003
Presentaci�n de Lejos del noise,
Libro de relatos de Rafa Saavedra (Moho Editores, 2003).
Texto le�do en:
* Parroquia de Santa Clara, Colonia de Maip�, Chile. Mayo 29.
* Galer�a Adolph Gottlieb, Estocolmo, Suecia. Junio 2.
* Centro Cultural, Tijuana, M�xico. Junio 12.
Es cosa de volteretas. He contado, hasta el d�a de ayer, ventis�is rese�as de Lejos del noise publicadas en Internet, adem�s de por lo menos cien comentarios, aproximaciones, escupitajos y urras de todos colores. Desde la malso�ada fan que pregunta al autor ��Por qu� permites que una editorial afee tanto tu trabajo?�, hasta el lector incondicional de Am�rica del Sur que se ofrece para traducirlo a cuatro idiomas �aunque sabemos que Lejos del noise est� escrito en cuatro idiomas� y compara al narrador de �Got. No. Time� con los himnos breves pero musculosos de Fugazi y Minor Threat.
El tercer libro de Rafa tambi�n llam� la atenci�n a un grupo de m�dicos de Nuevo Le�n que aprovech� los recesos del XVI Congreso Nacional de Hospitales y Cl�nicas contra la Osteoporosis para comentar Lejos del noise, bajo seud�nimos hechos con ampoyeta y gasa, como era de esperarse. Black Diafragma alega que el relato �The problem with us� es un chantaje a las autoridades a ra�z de la l�nea ��C�mo retomar el tim�n de una vida so fucked up?�
�ltimo Bistur� opina que Rafa escribi� su libro en un procesador de palabras con alto nivel de triglic�ridos, y asegura haber sufrido tal estremecimiento en la lectura que envi� sus condolencias a Moho Editores y mantuvo a su familia en cuarentena. El �litmo de los doctores, Mitocondria, que escribe con el tono gris�ceo de los jubilados, habl� desde el naturalismo y no dudo en clasificar a Rafa Saavedra como miembro de una especie en extinci�n.
Y aqu� detuve la b�squeda. Qu� cosa m�s light. Lo que sabemos de la extinci�n de las especies ha sido suavizado hasta el melodrama. Por un lado tenemos al eslab�n perdido, que por d�cadas confundimos con el Sasquatch que luchaba contra Lee Majors, un salvaje de peluche comport�ndose como ni�o chiquito, y hoy se nos dice, por el contrario, que el eslab�n perdido era una horda con tort�colis que fue abri�ndose paso por las costas europeas mediante genocidios, mutilaciones y limpiezas �tnicas que hacen ver Servia-Herzegovina como un clip del Discovery Kids. Mientras tanto el panda gigante, acosado por la piedad institucional de los civilizados, es indiferente al esfuerzo de tantos zo�logos que se queman las pesta�as busc�ndole el punto G mientras el buen oso, que ve pasar los a�os mascando bamb� con tal pachorra, no tiene ganas de reproducirse.
Envi� al doctor Mitocondria un mail con estos argumentos, obviamente sin respuesta. La vara de los principios narrativos ve con malos ojos la escritura de Rafa, a pesar del feeling intoxicante y radioactivo que se contagia. Si tomamos como ciencia exacta la obra de escritores formados y formadores como Daniel Sada o Luis Humberto Crosthwaite, lo de Rafa es pura especulaci�n. Una especulaci�n que deja respirando las p�ginas de cada uno de sus libros y que lo mantiene fiel a tres o cuatro certezas de vida que no conozco, pero que intuyo aproximadamente.
Por hablar de calificaci�n, doy a Lejos del noise un 7 en frescura, un 6 en �smosis inversa, un 8 en siniestralidad y un 9 en la prueba del Carbono 14, la m�s ruda, que va en relaci�n a su fecha de caducidad, que no se ve muy pr�xima. Es un libro irregular, pero esto es lo de menos. Lejos del noise reafirma el deseo de ver un volumen antol�gico con los mejores textos de Rafa, entre los cuales estar�n sin duda �Ultrapop�, �Rollercoaster�, �Got. No. Time� y �P�nico en Iketa�, adem�s de anteriores como �@� y �V�mito en el freeway�. Ser� una bomba.
Y luego esta lo otro. La definici�n del g�nero, que implica una discusi�n aburrid�sima y fuera de caso, y el rol generacional, sea que se tome en serio o no a Rafa como micr�fono ambulante de los afectos colectivos. �Rollercoaster� es de una integridad apabullante, no s� qu� tan conciente, de una generaci�n fiestera pero desangelada por la que el narrador siente una cari�osa antipat�a y cuyo soundtrack natural es obra de los Happy Mondays. Con una advertencia: estoy seguro que Rafa no busca suscribirse en una generaci�n determinada, pero esa tendencia genial a mixear im�genes, siempre en plural de primera persona, hace de cada texto un manifiesto. Mitad credo, mitad fobia, mitad ganas de seguir bailando.
S�lo en �Rollercoaster� hay 93 referencias al No. Entre ca�das, arrepentimientos, soledades, retornos, retadrdos, sombras, negativas, contra�rdenes, cegueras y arrebatos. Rafa, cu�l es la frecuencia. No est�s poniendo atenci�n: no estoy aqu�. No est�s poniendo atenci�n: esto no est� sucediendo. No est�s poniendo atenci�n: m�tame Sara. Rafa, cu�l es el m�todo. Uno muy divertido y f�rtil es que no te consideras escritor sino una especie de impostor medi�tico con el cerebro en shuffle.
A la literatura se le quiere, pero puede ir a chingar a su madre. Alguien pide a Rafa su colaboraci�n para equis revista cultural, de sociales o fanzine de pasillo, y �l despacha en minutos como se despachan tacos (�l mismo lo define as�). Todo nace con un detonador, que suele ser una pregunta:
a) Y t� qu� prefieres, �una pluma h�meda o una lengua l�quida?
b) �Qu� har�as con un metro cuadrado de velcro?
c) �Cu�l es tu serial-killer favorito?
d) �C�mo metes dos hip�critas en un gabinete chino?
La respuesta se concatena bien o mal, pero llega despu�s de un recorrido a toda velocidad, un zig-zag que te invita a bajar en la primera estaci�n o a sostenerte con fuerza para esos espirales y esos loops. En el mejor de los casos. Porque en vez del paseo, puede venir una confrontaci�n acerca de tu posici�n ante la vida, la fiesa y la ciudad, sus tres grandes carabelas.
La escritura de Rafa Saavedra fija los par�metros de latitud y longitud para muchos que estamos ah�, como sat�lites. Puede que sus textos est�n (c�mo decirlo) subproducidos, con ruido intencional pero tambi�n ruido que debilita y confunde, pero al escribir Rafa dirige su l�mpara alrededor y entonces ve a los dem�s, en uno u otro cuadrante, mir�ndolo de reojo como referencia, y en algunos casos, como verdadero eje. Rafa es el Ecuador. Si deja de escribir, nos descoloca a todos.
Como sucede a Rafa con �Hearth of glass� de Blondie, Lejos del noise me hace sentir feliz. Aunque al llegar al final del libro haya olvidado la mitad de las im�genes y una hora despu�s el 90%. Aunque de 16 relatos s�lo 2 sean inmortales, 2 sustanciosos, 3 interesantes, 3 mejorables y 6 en la semana yo te marco. Pero a�n en los relatos m�s d�biles como �You can�t win� y �Fade in, Fade out�, hay una l�nea que inquieta.
Porque hay mucho de actitud en esto. Un buen cuento debe lograr ser le�do y un mal cuento debe ser vigorosamente malo. A Rafa no le importa demasiado si Lejos del noise gust�, pero le emociona ver c�mo reuni� a esta gente. Lo cual es importante para �l aunque no mucho m�s que un abrazo, una postal llegada de la Ant�rtida o una pieza de pan dulce del AM/PM a las 3:40 de la madrugada, cosa tan com�n.
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Libro de relatos de Rafa Saavedra (Moho Editores, 2003).
Texto le�do en:
* Parroquia de Santa Clara, Colonia de Maip�, Chile. Mayo 29.
* Galer�a Adolph Gottlieb, Estocolmo, Suecia. Junio 2.
* Centro Cultural, Tijuana, M�xico. Junio 12.
Es cosa de volteretas. He contado, hasta el d�a de ayer, ventis�is rese�as de Lejos del noise publicadas en Internet, adem�s de por lo menos cien comentarios, aproximaciones, escupitajos y urras de todos colores. Desde la malso�ada fan que pregunta al autor ��Por qu� permites que una editorial afee tanto tu trabajo?�, hasta el lector incondicional de Am�rica del Sur que se ofrece para traducirlo a cuatro idiomas �aunque sabemos que Lejos del noise est� escrito en cuatro idiomas� y compara al narrador de �Got. No. Time� con los himnos breves pero musculosos de Fugazi y Minor Threat.
El tercer libro de Rafa tambi�n llam� la atenci�n a un grupo de m�dicos de Nuevo Le�n que aprovech� los recesos del XVI Congreso Nacional de Hospitales y Cl�nicas contra la Osteoporosis para comentar Lejos del noise, bajo seud�nimos hechos con ampoyeta y gasa, como era de esperarse. Black Diafragma alega que el relato �The problem with us� es un chantaje a las autoridades a ra�z de la l�nea ��C�mo retomar el tim�n de una vida so fucked up?�
�ltimo Bistur� opina que Rafa escribi� su libro en un procesador de palabras con alto nivel de triglic�ridos, y asegura haber sufrido tal estremecimiento en la lectura que envi� sus condolencias a Moho Editores y mantuvo a su familia en cuarentena. El �litmo de los doctores, Mitocondria, que escribe con el tono gris�ceo de los jubilados, habl� desde el naturalismo y no dudo en clasificar a Rafa Saavedra como miembro de una especie en extinci�n.
Y aqu� detuve la b�squeda. Qu� cosa m�s light. Lo que sabemos de la extinci�n de las especies ha sido suavizado hasta el melodrama. Por un lado tenemos al eslab�n perdido, que por d�cadas confundimos con el Sasquatch que luchaba contra Lee Majors, un salvaje de peluche comport�ndose como ni�o chiquito, y hoy se nos dice, por el contrario, que el eslab�n perdido era una horda con tort�colis que fue abri�ndose paso por las costas europeas mediante genocidios, mutilaciones y limpiezas �tnicas que hacen ver Servia-Herzegovina como un clip del Discovery Kids. Mientras tanto el panda gigante, acosado por la piedad institucional de los civilizados, es indiferente al esfuerzo de tantos zo�logos que se queman las pesta�as busc�ndole el punto G mientras el buen oso, que ve pasar los a�os mascando bamb� con tal pachorra, no tiene ganas de reproducirse.
Envi� al doctor Mitocondria un mail con estos argumentos, obviamente sin respuesta. La vara de los principios narrativos ve con malos ojos la escritura de Rafa, a pesar del feeling intoxicante y radioactivo que se contagia. Si tomamos como ciencia exacta la obra de escritores formados y formadores como Daniel Sada o Luis Humberto Crosthwaite, lo de Rafa es pura especulaci�n. Una especulaci�n que deja respirando las p�ginas de cada uno de sus libros y que lo mantiene fiel a tres o cuatro certezas de vida que no conozco, pero que intuyo aproximadamente.
Por hablar de calificaci�n, doy a Lejos del noise un 7 en frescura, un 6 en �smosis inversa, un 8 en siniestralidad y un 9 en la prueba del Carbono 14, la m�s ruda, que va en relaci�n a su fecha de caducidad, que no se ve muy pr�xima. Es un libro irregular, pero esto es lo de menos. Lejos del noise reafirma el deseo de ver un volumen antol�gico con los mejores textos de Rafa, entre los cuales estar�n sin duda �Ultrapop�, �Rollercoaster�, �Got. No. Time� y �P�nico en Iketa�, adem�s de anteriores como �@� y �V�mito en el freeway�. Ser� una bomba.
Y luego esta lo otro. La definici�n del g�nero, que implica una discusi�n aburrid�sima y fuera de caso, y el rol generacional, sea que se tome en serio o no a Rafa como micr�fono ambulante de los afectos colectivos. �Rollercoaster� es de una integridad apabullante, no s� qu� tan conciente, de una generaci�n fiestera pero desangelada por la que el narrador siente una cari�osa antipat�a y cuyo soundtrack natural es obra de los Happy Mondays. Con una advertencia: estoy seguro que Rafa no busca suscribirse en una generaci�n determinada, pero esa tendencia genial a mixear im�genes, siempre en plural de primera persona, hace de cada texto un manifiesto. Mitad credo, mitad fobia, mitad ganas de seguir bailando.
S�lo en �Rollercoaster� hay 93 referencias al No. Entre ca�das, arrepentimientos, soledades, retornos, retadrdos, sombras, negativas, contra�rdenes, cegueras y arrebatos. Rafa, cu�l es la frecuencia. No est�s poniendo atenci�n: no estoy aqu�. No est�s poniendo atenci�n: esto no est� sucediendo. No est�s poniendo atenci�n: m�tame Sara. Rafa, cu�l es el m�todo. Uno muy divertido y f�rtil es que no te consideras escritor sino una especie de impostor medi�tico con el cerebro en shuffle.
A la literatura se le quiere, pero puede ir a chingar a su madre. Alguien pide a Rafa su colaboraci�n para equis revista cultural, de sociales o fanzine de pasillo, y �l despacha en minutos como se despachan tacos (�l mismo lo define as�). Todo nace con un detonador, que suele ser una pregunta:
a) Y t� qu� prefieres, �una pluma h�meda o una lengua l�quida?
b) �Qu� har�as con un metro cuadrado de velcro?
c) �Cu�l es tu serial-killer favorito?
d) �C�mo metes dos hip�critas en un gabinete chino?
La respuesta se concatena bien o mal, pero llega despu�s de un recorrido a toda velocidad, un zig-zag que te invita a bajar en la primera estaci�n o a sostenerte con fuerza para esos espirales y esos loops. En el mejor de los casos. Porque en vez del paseo, puede venir una confrontaci�n acerca de tu posici�n ante la vida, la fiesa y la ciudad, sus tres grandes carabelas.
La escritura de Rafa Saavedra fija los par�metros de latitud y longitud para muchos que estamos ah�, como sat�lites. Puede que sus textos est�n (c�mo decirlo) subproducidos, con ruido intencional pero tambi�n ruido que debilita y confunde, pero al escribir Rafa dirige su l�mpara alrededor y entonces ve a los dem�s, en uno u otro cuadrante, mir�ndolo de reojo como referencia, y en algunos casos, como verdadero eje. Rafa es el Ecuador. Si deja de escribir, nos descoloca a todos.
Como sucede a Rafa con �Hearth of glass� de Blondie, Lejos del noise me hace sentir feliz. Aunque al llegar al final del libro haya olvidado la mitad de las im�genes y una hora despu�s el 90%. Aunque de 16 relatos s�lo 2 sean inmortales, 2 sustanciosos, 3 interesantes, 3 mejorables y 6 en la semana yo te marco. Pero a�n en los relatos m�s d�biles como �You can�t win� y �Fade in, Fade out�, hay una l�nea que inquieta.
Porque hay mucho de actitud en esto. Un buen cuento debe lograr ser le�do y un mal cuento debe ser vigorosamente malo. A Rafa no le importa demasiado si Lejos del noise gust�, pero le emociona ver c�mo reuni� a esta gente. Lo cual es importante para �l aunque no mucho m�s que un abrazo, una postal llegada de la Ant�rtida o una pieza de pan dulce del AM/PM a las 3:40 de la madrugada, cosa tan com�n.
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